Había una vez, una mujer que era muy, muy pobre e iba desnuda. Nadie conocía su nombre, supongo que era tan pero, tan pobre que ni nombre tenía. Los de la ciudad de RIQ la llamaban Moneda porque siempre iba pidiendo.
Casi todo el mundo tenía dinero para vestirse, elegantemente, ya que era una ciudad de ricos y riqueza abundante. No obstante, también, había gente pobre como Moneda que no tenía ni para pagarse unas bragas y solo tenía lo justo para sobrevivir.
Debido a su estatus económico, Moneda no tenía amigos. Muchas personas al verla pasar, la miraban y se reían de ella, constantemente.
La pobre muchacha, cada día, después de pedir limosna, llegaba a casa y se pasaba media noche llorando, pues odiaba su situación.
Un día, harta, al oír como alguien empezaba, otra vez el show cómico, como si fuera un vulgar mono de feria, dijo: “Sí, estoy desnuda, ¿Qué pasa?” Y todos, al escucharla gritando se fueron corriendo.
Un hombre se le acercó y le dijo que no se había fijado en que iba desnuda. Ella se lo quedó mirando, sorprendida, pues era ciego; este le susurró: en un mundo de ciegos, tú serías como todos los demás pero, los ciegos no son mayoría. Ten en cuenta a los pocos ciegos que vivimos en RIQ, para nosotros, no tienes ningún defecto.
Moraleja: muchos verán tus defectos y los harán evidentes. Rodéate de aquellos que valoren tus cualidades y que no den demasiada importancia a tus defectos. No son tan importantes como tú crees.
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