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EL NIDO



Érase una vez, un hombre algo viejo, canoso, calvo y arrugado. Este vivía aislado en un bosque frondoso, lleno de árboles milenarios, en una casita muy cuca, pequeña pero, muy cuidada, con el tejado lleno de flores silvestres. Cada mañana, salía a pasear y a activar las piernas, pues tenía miedo que si no se movía, se quedara postrado en una cama. Le gustaba ver los árboles, grandes, verdes y majestuosos, aunque, no todos. Había uno en particular que le daba miedo. Todos los árboles estaban apegados, excepto ese. Este se encontraba aislado, como si necesitara su espacio vital. Tampoco, parecía igual que los demás, no tenía apenas hojas y su tronco tenía un color negro, intenso, petrolado. El viejo, cada vez que pasaba por delante, le entraba un no sé qué que qué sé yo, se sentía, tremendamente, incómodo. Un día, se fijó que en una de sus ramas, había una especie de nido pero, sin pájaro y colgaba como si fuera producto de una telaraña. Hecho que le entró más mal rollo aún. Los días pasaron y cada vez que pasaba por delante, el supuesto nido, crecía y crecía. Al final, temiendo que fuese cosa del diablo, cogió su escopeta y fue a cazar aquella cosa, que aunque no se moviera, no podía ser nada bueno. Al acercarse al nido, este empezó a temblar. Con tanto tembleque, del nido, salió un corazón, rojo, como la sangre. Descubrió que no era cualquier  corazón, era el suyo. Recordó que lo había desterrado de su cuerpo, tras la muerte de su esposa. No estaba preparado para sufrir tanto y decidió desprenderse de ese órgano emocional. Al ver que su corazón se había escondido en el árbol y aún latía, decidió acogerlo de nuevo a su cuerpo. Le cogió entre sus manos y se lo tragó. De repente, empezó a llorar. Se sentía, realmente, mal, todos aquellos sentimientos reprimidos volvieron, con mucha intensidad. A pesar de todo, agradeció haber recuperado su corazón y sus sentimientos. Se le aparecieron recuerdos de su mujer que él creía olvidados y, sonrió, como nunca antes había hecho.

Moraleja: las emociones no están para molestar, sino para que conectemos con ellas. Estar triste no es lo mismo que estar enfermo, no necesitamos pastillas para tratar problemas emocionales como si de un resfriado o una fractura de cadera se tratara, dónde solo es necesario tiempo y medicación. Se necesita tratar el problema o problemas de base. Es necesario que conectemos con la emoción negativa, experimentemos los síntomas y busquemos las causas de nuestro malestar. Por muy difícil de afrontar que sea, huir del problema solo lo hace más grande.

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