Esta mañana, estaba el pájaro de fuego, tan tranquilo, correteando por la puerta de Palacio y regalando a los visitantes sus plumas de colores, cuando de repente, sin esperarlo, la reina, lo echó a patadas. Todo el mundo conocía el carácter fuerte que tenía esta y el desagrado que tenía por las especies plumosas. Total, el pájaro de fuego, de una patada intencionada real, voló lejos, sin control, más allá del reino. Apareció, algo dolorido, en un frondoso bosque, sin poder ver, aún nadie, debido su espesor, ¿A quién le regalaría, ahora, sus plumas? Tenía que cambiar de plumaje pero, no podía tirarlas, sin más. No formaba parte de sus valores.
Después de mucho buscar, por tierra, algún ser vivo, sin éxito pero, con esperanza, levantó la cabeza y miró hacia arriba. Estaba de suerte, había una familia de ardillas. Se subió a un árbol y fue saltando de rama en rama, persiguiendo a esos seres, dándoles sus plumas y quedándose sin el plumaje antiguo. Aunque ahora se veía un pájaro desplumado, sabía que, a la mañana siguiente, luciría un plumaje más bonito que el anterior. Era un ave feliz.
Moraleja: por muchas patadas que te den, debes seguir tus valores y objetivos.
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