Érase una vez, una joven llamada Alisha. Era una chica que, lejos de parecer Blancanieves, lucía una piel morena color café tostado, a juego con sus ojos almendrados, con tonalidades negras, grisáceas como las sombras de los espíritus. No obstante, a pesar de estos bellos atributos, lo que la hacía única era su larga trenza. Era dónde residía gran parte de su belleza y fortaleza. Pues nadie en la aldea tenía un cabello tan fuerte y bonito como el suyo. Alisha invertía mucho tiempo en el cuidado de su trenza, día y noche. No obstante, cuando Kalu, el chico que le gustaba, le pidió su trenza como gesto de amor y compromiso, no se lo pensó, cogió unas tijeras y se la corto. Aquel chico, al recibir la trenza, la tiró a una fogata, pues solo quería calentarse. Los ojos de Alisha se volvieron rubíes. Kalu se asustó, se acercó, demasiado al fuego y se quemó la mano que había utilizado para lanzar la trenza.
Moraleja:
Seguro que en alguna ocasión de tu vida, alguien ha jugado con tus sentimientos y no ha sido coherente en sus palabras y acciones. Nos hemos dejado llevar y no hemos estado atentos, desde el principio, a ciertas actitudes y conductas que anticipaban un final relacional trágico.
Tal vez, hayas sido tú el que ha jugado con los sentimientos de los demás. Lo cierto es que cuando una persona juega con los sentimientos de otra lo hace porque, seguramente, le tiene aprecio a la otra persona o porque extrae algún beneficio de dicha relación. Es difícil renunciar a la tentación de tener a alguien disponible y, en cierto sentido, agradable, cerca. De ahí, que haya gente que no quiera ser sincero.
Mi enseñanza es la siguiente: tómate tu tiempo a la hora de conocer a alguien y no ofrezcas tú carta más alta de primeras porque te puedes quedar sin ella. Si utilizas a los demás para obtener un beneficio, los demás, también, te podrán utilizar para tal fin. Ley de causa/efecto: la gente recoge lo que siembra.
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