"No lo quiero, no me apetece, es como si todo el mundo me ofreciera pastel y yo no quiero el, puñetero, pastel"- decía con amargura el osito Salado. Este, no era como los demás, feliz y amante del dulce, no. Salado estaba harto que en su vida todo girara alrededor de los pasteles, dulces y grasientos postres de azúcar. Todos trabajaban de pasteleros en la fábrica: "Miss Pastelito Azucarado", nombre demasiado cutre, según el osito. Nadie de su especie era jardinero, no se podía. A él, le encantaban las flores. Todas las conversaciones e incluso los nombres tenían que ver con el dichoso pastel. Salado era antes "Gominola" pero, se lo cambio. Él quería llamarse "Floripondio" pero, no era un ingrediente del pastel y no era apropiado para un nombre de oso. Irritado y frustrado quiso cambiar la situación y no se le ocurrió ninguna cosa mejor que llenar de harina la chimenea de la Fábrica por la noche para acabar con los pastelitos, día sí, d...