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MALTA









Estaba en casa de mis padrinos mágicos, en Marte (que a diferencia de lo que todos piensan, hay vida allí), me disponía a comer con ellos, pues hacía tiempo que no los veía. Quizás porque ya me había hecho mayor y no los necesitaba tanto.
Al llegar a la mesa, había 4 albóndigas jugueteando en el plato, gritando, mordiéndose entre ellas, saltando, lo que vienen a ser albóndigas repletas de energía. Seguramente, las albóndigas de carne no actuarían así pero, estas, eran de soja y...la soja es mucha soja. Además, eran albóndigas de granja ecológica y habían vivido en el campo, felices, cómo se merece toda albóndiga. Me senté bien en la silla y pasé un rato mirándolas, deleitándome de la alegría de esa comida que, como su nombre indicaba, iba a ser comida.
Entonces percibí un ligero movimiento por el rabillo del ojo, una de esas pequeñas bolitas marrones, de pronto, cayó a mis pies. Intentó subirse por mis piernas pero tenía las patitas demasiado cortas, así que con una mano la intenté subir a la mesa, sin éxito, pues esta se fue corriendo a mi regazo, acurrucándose en mí, sin mirarme, sin olerme, fue cómo si nos conociéramos de otra vida. Cuando mis padrinos no miraban, me levanté y, a escondidas, saque a Malta (nombre que le puse por su color tostado) del plato. De camino a la cocina, me apuntaba a la cara con sus ojos cargados de esa pena conocida como "Sácame de aquí por favor". Mi padrina llegó a la cocina y me vio, cariñoso, con la bolita marrón. Me dijo, con humor: "Si quieres te doy para comer un trozo de pan duro con un yogur". Para después, añadir, comprensiva: ¡Por lo visto, es para ti! Ella tiene toda la magia que te hace falta en el mundo llamado Tierra. 
Así que me la llevé a vivir conmigo en esta bola de barro azul celeste, llamada Tierra. Malta se convirtió en mi mascota, aunque a la práctica… ¡Nada que ver!  Más bien, somos compañeros de aventuras. Me dijo que el resto de padrinos mágicos no la entendían (pues no quería ser comida) y estaba muy contenta de haber encontrado a alguien que la quisiera y la cuidara. 
No todos aceptan que tenga una albóndiga como mascota pero, eso, me da igual.
Moraleja: da igual si eres humano o albóndiga, sé lo que tú quieras ser.




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