Había una vez, un mundo lleno de sombreros.
Siempre había pensado que, las mujeres, se fijaban, primero, en el sombrero que en el hombre que había debajo. Todo el mundo se fijaba en este objeto y no en la cara. El sombrero pequeño, estéticamente, para mí, era un, auténtico, horror. Por suerte, yo era Jorge o, como me reconocía la gente, el señor Sombrero, pues, tenía el sombrero más bonito del mundo. El sombrero tenía sus años ya pero, su diseño, le otorgaba un aire vintage e único. La gente normal no se podía permitir tal cosa y, la mayoría, tiraba de copias baratas.
Mi vida era feliz, hasta que, un día, caminando tranquilo por la calle, ¡Chassss! Una paloma se cagó en mi sombrero, manchándolo con un tono verde nauseabundo. Desesperado y corriendo, me acerqué a la casa del sastre pero, no sé pudo hacer nada, el tejido había "muerto".
¿Dónde quedaría mi atractivo ahora? Pedir otro original, tardaría lo suyo, pues, dependiendo del modelo de sombrero, sería necesario esperar de 3 a 4 meses. Mientras, tendría que conformarme con una copia barata.
Pasé, las primeras semanas, muy depresivo. No obstante, decidí no limitar mi vida a la espera del sombrero: empecé a sociabilizarme con gente con sombreros ordinarios. Sin saber por qué, dejaron de interesarme los sombreros (los que veía eran bastante cutres) y tuve interés por conocer la gente que había debajo de tal objeto. Sentí que era mucho más feliz de lo que era antes y vi que no era necesario tener un súper sombrero para ser valorado.
Moraleja: conoce a las personas por lo que son y no por lo que tienen.
Siempre había pensado que, las mujeres, se fijaban, primero, en el sombrero que en el hombre que había debajo. Todo el mundo se fijaba en este objeto y no en la cara. El sombrero pequeño, estéticamente, para mí, era un, auténtico, horror. Por suerte, yo era Jorge o, como me reconocía la gente, el señor Sombrero, pues, tenía el sombrero más bonito del mundo. El sombrero tenía sus años ya pero, su diseño, le otorgaba un aire vintage e único. La gente normal no se podía permitir tal cosa y, la mayoría, tiraba de copias baratas.
Mi vida era feliz, hasta que, un día, caminando tranquilo por la calle, ¡Chassss! Una paloma se cagó en mi sombrero, manchándolo con un tono verde nauseabundo. Desesperado y corriendo, me acerqué a la casa del sastre pero, no sé pudo hacer nada, el tejido había "muerto".
¿Dónde quedaría mi atractivo ahora? Pedir otro original, tardaría lo suyo, pues, dependiendo del modelo de sombrero, sería necesario esperar de 3 a 4 meses. Mientras, tendría que conformarme con una copia barata.
Pasé, las primeras semanas, muy depresivo. No obstante, decidí no limitar mi vida a la espera del sombrero: empecé a sociabilizarme con gente con sombreros ordinarios. Sin saber por qué, dejaron de interesarme los sombreros (los que veía eran bastante cutres) y tuve interés por conocer la gente que había debajo de tal objeto. Sentí que era mucho más feliz de lo que era antes y vi que no era necesario tener un súper sombrero para ser valorado.
Moraleja: conoce a las personas por lo que son y no por lo que tienen.
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