Érase una vez, una joven llamada Alisha. Era una chica que, lejos de parecer Blancanieves, lucía una piel morena color café tostado, a juego con sus ojos almendrados, con tonalidades negras, grisáceas como las sombras de los espíritus. No obstante, a pesar de estos bellos atributos, lo que la hacía única era su larga trenza. Era dónde residía gran parte de su belleza y fortaleza. Pues nadie en la aldea tenía un cabello tan fuerte y bonito como el suyo. Alisha invertía mucho tiempo en el cuidado de su trenza, día y noche. No obstante, cuando Kalu, el chico que le gustaba, le pidió su trenza como gesto de amor y compromiso, no se lo pensó, cogió unas tijeras y se la corto. Aquel chico, al recibir la trenza, la tiró a una fogata, pues solo quería calentarse. Los ojos de Alisha se volvieron rubíes. Kalu se asustó, se acercó, demasiado al fuego y se quemó la mano que había utilizado para lanzar la trenza. Moraleja: Seguro que en alguna ocasión de tu vida, al...