Había una vez, en un sitio más surrealista que en el que vivimos (y eso ya es decir), un curador de almas, que como su nombre indica estaba destinado a sanar las almas atormentadas. Aquí, en la Tierra, tenemos las pastillas de la depresión o los psicólogos, en ese mundo, ni las pastillas ni los psicólogos servían para nada, todos los tristes se servían de las manos del curador para estar mejor. En ese mundo, el curador de almas tenía tantos pacientes que solo atendía a grupos de 50 personas, sí, las pobres almas tenían que ir juntas. El curador, tenía un hijo, fruto de la unión con Mar, una sirena terrenal (a veces, a esta le daban dolores de cabeza, pues no estaba en el mar y, estar en tierra era cosa de años, costaba lo suyo habituarse), al que llamaremos Nico. Este niño tenía una extraña enfermedad, pues podría morir si no le daban su ración de chocolate diaria. Razón por la cual, los pacientes del curador de almas, le daban un bombón diario como form...