Érase una vez una pequeña pingüina, lo de pequeña, es por la constitución (pues era una pequeña pingüina azul de 40 cm y peso 1 kg). Ya tenía una edad. Esta estaba un poco depre pues, no tenía pareja. Cada año, por la fiesta del emparejamiento, dónde se podía comer y bailar hasta reventar, los pingüinos daban una piedra a la pingüina que les gustaba, eso significaba entregar su corazón. A pesar de que no le faltaban pretendientes a esta pingüina, ningún pingüino le había ofrecido, anteriormente, ninguna piedra. Llegó la esperada fecha. Hacía tiempo que le gustaba un pingüino emperador (medía 120 cm de alto y pesaba 45 kg), el más grande de todos los pingüinos. Tenía muchas ganas que le entregara la piedra pero, en lugar de eso, este le entregó a otra pingüina, mucho más joven que ella. Su tristeza fue tal que su tono azul, se volvió verde. Cogió una piedra del suelo y, sin pensarlo mucho, se la comió. Días después, reflexionó, era absurdo que su ...